Obra: Plantasía. María Tabakman, Argentina

» De naturaleza a  paisaje”

Mg. Alejandra Castiglioni

“Vivimos siempre metidos en un paisaje, aunque no lo queramos. Y el paisaje, ya sea el cotidiano o el del país, no sólo es algo que se da afuera y que ven los turistas, sino que es el símbolo más profundo, en el cual hacemos pie, como si fuera una especie de escritura, con la cual cada habitante escribe en grande su pequeña vida”. 

Rodolfo Kusch (1976:41)

El lugar donde hacemos pie -a decir de Kusch- trasciende la materialidad de una localización en tanto en él sucede y se despliega nuestra vivencia existencial. Es ésta la que convierte la naturaleza en paisaje, cuando resuena la tierra, en la textura de los vínculos que establecemos con ella. En el espesor del arraigo, se gesta la dimensión sensible de la territorialidad mientras creamos y recreamos las relaciones que cobran sentido en cada cultura desplegando los más diversos modos de habitarla, de referenciarla, de nombrarla, de vivenciarla y de cuidarla, también de desoírla.

Dimensionar nuestro lugar en el mundo desde una perspectiva geocultural, nos sitúa en la trama interseccional de lo geográfico, lo histórico, lo simbólico, lo social y lo personal. Desde allí, surge la posibilidad concreta de  revisar críticamente  el modo de habitar los vínculos con la Madre Naturaleza, con la intención de volver a  sentipensarla, invitándonos a contemplar sus mensajes, a escuchar su voz. ¡Y de esto, lxs niñxs saben mucho!

Esta mirada nos encamina a la detención, a la contemplación de la Madre Naturaleza, capturando su poesía y la metáfora de sus tiempos, en tanto estructuran la vida. Re-sonar, es decir, volver a vibrar con su voz para gestar transformaciones, habilitar la demora -a contraparte del consumo y el tiempo apurado- para consolidar una actitud observante y reflexiva, significa -quizás- estar disponibles al acto de recordar los haceres de nuestros ancestros para dialogar con ella.

No se trata de promover un vivir mejor, sino de construir conjuntamente un vivir otro en la corresponsabilidad de maternar la Casa común desde el principio ético de la vida. Se trata probablemente de cuestionar lo que la vulnera -y ha sido naturalizado- para crear un nuevo contrato instituyente, disponibles a la fuerza del suelo que nos arraiga  para constituirnos como ciudadanxs creativxs, críticxs y cuidantes, al decir de Leonardo Boff.

Bartomeu Melià, nos muestra que el buen vivir se aprende (2015). ¿Qué entendemos por Buen vivir? Este concepto traduce expresiones del quechua y del aymara reflejando la idea de la plenitud de la Vida, ese modo de vivir en armonía con la naturaleza y en el equilibrio de las relaciones consigo, lxs otrxs, la comunidad y la Naturaleza, por eso también suele abarcar el buen convivir.

El Buen vivir es parte de una cultura viva que se crea y recrea con el paso del tiempo, como resultante de una singular y permanente dinámica de interrelación entre los seres de la naturaleza. Remite a esa potente matriz de los territorios andinos en la que se imbrican idiosincrasias culturales y socio-ecológicas de sus naciones y pueblos, entretejiendo íntimamente saberes, haceres y naturaleza desde la lógica del cuidado y la armonía.

Desde esta perspectiva, los seres humanos en comunidad extendida, la Madre Tierra y el cosmos, formamos parte de un sistema integral que construye “belleza, un perfecto acorde que produce asombro” (Aguirre Ledezma, 2016:7). Y si la infancia es tiempo de asombro, sucede que belleza y asombro se entrelazan en el lento reencuentro y reconocimiento de lo que nos rodea y portamos, interpelando el vértigo cotidiano para superar el tiempo habitual, demorados en la contemplación. Así lo expresaba Agustina (5 años) al observar sorprendida los colores de un atardecer cuando preguntó: ¿Quién pinta el cielo todos los días para mí?

Desde la dimensión legal reconocemos al “medioambiente la condición de bien jurídico” (Zaffaroni, 2011:53). En consonancia con un compromiso irrenunciable, la ley obliga a una gestión respetuosa de ese bien jurídico para la protección de la diversidad biológica y el fortalecimiento del desarrollo sustentable. Se hace efectiva creando y consolidando transformaciones desde de la Educación ambiental integral, un proceso intencionado que promueve la sostenibilidad como construcción compartida y refiere al respeto por la ecología, la protección de la salud y el respeto por la diversidad cultural que, por su parte, compone el cuerpo íntegro de un nosotrxs.

También la Convención sobre los derechos del niño nos sitúa como responsables de efectivizar derechos de las infancias en su estrecha relación con el medio ambiente. Menciona: “Los daños medioambientales son una amenaza importante para los derechos de la infancia en todo el mundo. Los niños y las niñas exigen que se tomen medidas inmediatas y que se protejan sus derechos. Un medio ambiente limpio, sano y sostenible es un derecho humano en sí mismo y es necesario para que los niños y las niñas disfruten de sus derechos.” (Observación General N.º 26, Los derechos del niño y el medio ambiente, con especial atención al cambio climático, 2023).  El Comité de los Derechos del Niño, expresa con claridad que lxs niñxs tienen derecho a un medio ambiente limpio, sano y sostenible donde puedan disfrutarlo; concretamente “deben tener acceso a aire y agua limpios, climas seguros, ecosistemas sanos y biodiversidad, alimentos sanos y entornos no contaminados.”

En particular, la centralidad de nuestro hacer cotidiano radica en la enseñanza, por ello es necesario hacer foco en las prácticas pedagógicas. Elijo problematizarlas y sentipensarlas desde la educación intercultural critica, como compromiso descolonizador, participativo y creativo hacia la sostenibilidad de nuestros mundos. Sin dudas, desde esta perspectiva social, cultural, política y pedagógica, pretendemos construir arraigo desde el Sur, mirando al Sur y honrando saberes ancestrales para cuidar nuestros “paisajes”.

Dada la indisociable trama entre la escuela y la vida, el desafío de descolonizar, las practicas educativas implica también reflexionar sobre nuestros vínculos con el medio ambiente. Implica, crear con lxs más pequeñxs modos otros de vincularnos con la naturaleza, aprender de sus tiempos, indagar en sus mensajes, comprender sus interrelaciones, cuestiones que no son diferentes a las que portamos en nuestros cuerpos, sólo que habitan la piel de otros seres con quienes compartimos el camino de la vida.

Sabemos que la propuesta real y efectiva como educadores no es sencilla, ya que se trata de situarla y de tejer en comunidad un trabajo desde la pedagogía del cuidado hacia todos los seres vivientes, transversalizada  por una propuesta educativa esperanzadora, crítica y emancipadora. Como enseña Paulo Freire, “el realismo esperanzado es un imperativo existencial e histórico necesario, pero no suficiente”, bien sabemos que “la esperanza sola no transforma el mundo, pero no es posible prescindir de ella si se quiere cambiarlo. Necesitamos la esperanza crítica, como un pez necesita el agua pura”.

Pensar desde el campo educacional implica -entonces- construir actitudes individuales y colectivas aprendiendo -desde la más temprana edad- a revisar la apropiada gestión del ambiente y su impacto a nivel global para favorecer el desarrollo simbólico, económico y social, respetuosos de los recursos naturales (Weissmann, 2011).  Aprender y enseñar a cuidar la Pacha, habitarla sensiblemente, implica una construcción social en cuanto a la gestión del ambiente y su impacto a nivel global.

¿Cómo hacerlo desde una perspectiva intercultural critica? Desde la escuela infantil, con lxs niñxs y no solo para ellxs, construir -en cada comunidad educativa- un ambiente sustentable, legitimando su voz y su mirada del mundo porque portan el saber del cuerpo.  Así, y desde la cotidianeidad, revisar la incidencia de nuestros gestos en los contextos, la gestión de residuos y del ruido, el consumo del agua y de la energía, la manipulación de alimentos, el cuidado de una huerta, el uso de pesticidas, el resguardo del espacio público, y todo lo que como bien común, pertenece a nuestra Casa común.

Educar en una cultura sustentable implica cuidar los bienes naturales para su equilibrio, armonía y perdurabilidad, en la valoración del gesto que enseña y nos enseña, transforma y nos transforma, cuida y nos cuida y da sentido a nuestras acciones y a nuestra existencia. Implica pensar sensiblemente desde nuestras raíces, sabiendo que, sin esto, la colonialidad perdura desconociendo sabidurías legitimas, ancestrales y populares generando la imposibilidad de articularlas con las de la actualidad.

Tal como la Educación intercultural critica, se trata de un proceso permanente, integral, transversal y reitero, descolonizador, en el que anida un proyecto social basado en la justicia social, la distribución equitativa de las riquezas, la preservación de la naturaleza, la protección de la salud, desarrolladas en el marco de una democracia participativa y en el respeto por la diversidad cultural en su más amplio sentido.

Comprender la sostenibilidad de nuestros mundos desde la mencionada  perspectiva geocultural es reconocer que no hay integralidad de la vida sino hay respeto por el suelo porque somos parte de él, no sus dueños. Esta integralidad nutre la urgente necesidad de alcanzar la sustentabilidad, basada en un justo equilibrio entre la dimensión social, ecológica, política, económica, pedagógica y cultural que nos corresponsabiliza ética y estéticamente en las formas de vincularnos con nuestra Madre Tierra. Reconoce esta interseccionalidad humanizante nos muestra que cercenar esa integridad, es vulnerar la vida.

Interpretar cabalmente esa integridad desde la educación intercultural critica es posible en tanto brinda los fundamentos y las herramientas para construir -en comunidad- una ciudadanía creativa, crítica y cuidante. Por el contrario, profundizar la escisión entre la cultura y la naturaleza, es abandonar la posibilidad de humanizar nuestras relaciones con nuestra Madre Tierra.

De este modo, habitar corresponsablemente la oportunidad y el desafío para:

“Que el nuestro sea un tiempo que se recuerde

por el despertar de una nueva reverencia ante la vida;

por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad;

por el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz;

y por la alegre celebración de la vida.”

Carta de la Tierra

Bibliografía

Aguirre Ledezma, Noel (2016) Educación de la vida y en la vida, para vivir bien. En Educación global research, Número 10. La Paz, Bolivia. Disponible en http://educacionglobalresearch.net/wp-content/uploads/EGR10-02-Aguirre-Castellano.pdf

Boff, Leonardo. ECOLOGÍA. Grito de la Tierra, Grito de los Pobres. Disponible en https://casamdp.files.wordpress.com/2013/08/boff-cap-i.pdf

Castiglioni, Maria A. (2021) Gestos de corresponsabilidad para un mundo sustentable en Revista Fundación Espacios verdes. En: https://fev.org.ar/2021/2021/

Freire Paulo. Pedagogía de la esperanza. Buenos Aires: Argentina: Siglo XXI Editores

Kusch, Rodolfo (1976). Geocultura del hombre americano. Argentina, Fernando García Gambeiro.

Melià, Bartomeu (2015). El buen vivir se aprende.  Revista Sinéctica, Nro. 45. México: Universidad Jesuita de Guadalajara. Consultado en: https://www.scielo.org.mx/pdf/sine/n45/n45a10.pdf

Weissmann, Hilda (2011) Referencias sobre la Educación ambiental en el Diseño curricular para el Nivel inicial Dirección Provincial de Educación Inicial. Provincia de Buenos Aires.

Zaffaroni, Eugenio Raúl (2011).  La Pachamama y el humano. Disponible en: http://www.pensamientopenal.com.ar/system/files/2015/07/doctrina41580.pdf 

Ley para la Implementación de la Educación Ambiental integral en la República Argentina – Nro. 27621 Fecha de sanción 13-05-2021