Sobre las obras de Federico Porfiri:
La magia brota entre lo simple de los dìas en las piezas de Federico Porfiri, con una sensaciòn de paseo gustativo por las paletas de colores que casi llegamos a saborear en “Conversación” o “¿Cuántas estrellas hay en el cielo?” En ellas, el artista diseña una geometría de formas entremezcladas con entornos a los que solemos arribar en los sueños de cada noche o en la siesta, cuando las personas andamos expandidas creando mundos fluidos. Nos ofrece una mirada a esa cierta distancia que se organiza en lo onírico. Se sienten así esas vistas. Cielos, ciudades, y retratos de seres sintientes, de las familias interespecies que integramos acá en la tierra, nos disponen a imaginar una reinvención de los territorios donde habitamos. A soñarlos inclusivos y amigables, a encontrar y practicar nuevos cuidados hacía la totalidad de las vidas. A probar repensarlos y bocetarlos hasta volverlos reales. Esa red de conexiones colectivas entre nuestras intenciones y atenciones está ocurriendo. En esas multidirecciones, también aparece una sintonía sensible como en “Herida”, y entre los geniales bichos que –por suerte- todavía tenemos cerca: “Langosta” y “Gusano”. Conversamos con ellos, vemos sus gestos y los nuestros entre elementos industriales que están a la mano como tubitos, plásticos, tapitas, cartones, calcomanías.
Agradecemos estas formas de hacer que desestabilizan la norma, lo conocido, salir del calco mimético como regla usual para dibujar y pintar. En “Sereno” u “Hombre torre”, nos reímos y emocionamos en la travesura de crear, en la sorpresa hacía nosotras mismas como personas con poderes mágicos -y sobre todo- con la valentía de ser la propia linterna en el camino.