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Habitar el espacio de lo común

Autoría: María Alejandra Castiglioni

Lo común, claramente, no es una suma de mismidades ni una mismidad monolítica sino una trama viva y excepcional, situada en un proceso inacabado donde vamos construyendo comunidad. Construirla gestando una corresponsabilidad de vivir, y desde un principio ético de la vida, surge como una gran necesidad en estos tiempos. Tiempos de habitar la conversación educativa entibiando el abrigo de las tramas, redescubriendo  la poesía de los significantes que nos enlazan en un tiempo y en un espacio inéditos…demorándonos.

«La vida es el arte del encuentro, aunque haya tanto desencuentro por la vida»

Vinicius De Moraes, Samba de la bendición (1962)

Caminar solidaria y respetuosamente junto a un otrx el camino de la vida -más aún en este momento de la humanidad- implica habitar un desafío y una gran oportunidad, esto es, lograr el encuentro, tejer la trama que nos sostiene. Es decir, transitar sensiblemente el preciso e irrepetible instante de construir una corresponsabilidad de vivir, basados en el principio ético de la vida. Una instancia que nos invita a encarnar amorosa y responsablemente el espacio de lo común.

Lo común, claramente, no es una suma de mismidades ni una mismidad monolítica sino una trama viva y excepcional situada en un proceso inacabado donde vamos construyendo comunidad. Esto sucede en una espacialidad compartida, que no debería ser lineal ni homogénea ni impulsora de una identificación forzada con esa nueva mismidad que es la comunidad, sino habilitante para la convivencia en la heterogeneidad y la transformación que ello implica. Esto último germina entre tensiones, conflictos e intercambios que nos transforman y se expresan mediante miradas, silencios, palabras, distancias y cercanías, es decir, los gestos. Ellos parten, se desenvuelven e impactan en el territorio de los cuerpos y avanzan en la interfaz de las corporalidades narrando las más diversas espacialidades y mismidades tan excepcionales en una trama, a veces caótica. Caos, que según dice Edgar Morin, nos invita a un nuevo orden, quizás habitando archipiélagos de certezas sabiendo que volverán a ser inciertas. Un nuevo orden que aguardamos con la audacia de la esperanza.

Los tiempos que transitamos hacen necesario considerar, al decir de Skliar y Téllez, que en esa convivencia hay “una larga lista de exclusiones que se instalan y atraviesan dimensiones de subjetividad ignoradas hasta ahora” (2017:78). Ellas remiten a representaciones arbitrarias de la otredad, producto de contextos históricos y sistemas políticos que en muchos casos vulneran derechos y así, expulsan al abismo social y simbólico a seres humanos y en particular, a lxs niñxs, enviándolxs a la categoría del desecho humano. Esto nos conmueve fuertemente, nos duele hondamente y sobre todo en este contexto de pandemia deja a la luz las más profundas inequidades que perduran y se agudizan. Esto nos impulsa a la urgencia de humanizar nuestro estar-siendo, a construir un mundo más justo desde la potencia del presente.

Ciertamente, la construcción de lo común está en tensión. Tensiones que habitan en el campo de la política, cuestionando modelos claramente obsoletos; en el campo de la salud, revisando constantemente medidas sanitarias ante una pandemia inédita; crisis en el campo del arte, resignificando formas de expresión estética; crisis socio-histórica cuestionando hegemonías; crisis en el campo ético evidenciando la necesidad de resignificar nuestra corresponsabilidad de vivir; crisis en los vínculos humanos, incluso con la naturaleza y lo sagrado, impregnados de omnipotencias que nos llevan inexorablemente a la necesidad de redimensionar nuestro diálogo con la Madre Naturaleza y nuestro lugar en la humanidad.

Cabe destacar que, en lo instituido y en los ecos de homogeneización acomodados en nuestros cuerpos, a veces forzamos el hecho de preservar lo común, y así caemos en la confirmación de relaciones de dominación que nos llevan a invisibilizar, silenciar la polifonía de nuestros mundos, incluso los que llevamos muy dentro de cada unx de nosotrxs. Así, vale la pena volver a interrogarnos acerca de lo común y del necesario modo de legitimar cada excepcionalidad en su territorio. Para ello, es necesario detenernos y alojar el mensaje de cada gesto, la vivencia de nuestros cuerpos.

Cuerpos singulares, cuerpos plurales, cuerpos significantes, cuerpos en diálogo con la alteridad y con la mismidad; cuerpos inacabados, sensibles a la traza de lxs otrxs, indómita traza que nos invita al acontecer de la vida, a la celebración del encuentro. Encuentro que necesita del cuidado hacia él y hacia los cuerpos afectados que habitan el territorio de la conversación entre excepcionalidades.

Si consideramos que la infancia y la educación son territorios privilegiados para aprender a construir lo común, también vale la pena repensar la construcción de lo común en el campo educativo. Quizás implica -entre tiempos no apurados- abrigar amorosamente integridades y la de cada contexto que ellas portan. Siglos de modernidad se suceden consolidando dicotomías mediante una deliberada disociación entre razón y emoción, cuerpo y alma -entre otras escisiones- con que se ha fragmentado la integridad humana, precisamente, deshumanizándonos. Es decir, homogeneizando mundos, sin pensar en la posibilidad de legitimar mundos otros para para muchxs, para todxs.

Estos sentipensares podrían asociarse a una “defensa romántica” de la cuestión a problematizar pero esto nos llevaría a edulcorar la complejidad del problema (Skliar y Tellez, 2009:8). Pero no es este el caso, no se trata de una espera ingenua sino de una labor comprometida y crítica.

En este sentido, es en el espacio de lo inter donde se desenvuelve y construye esta trama, allí donde se aloja lo diverso, lo heterogéneo y donde hay lugar para articular diferentes miradas, completarnos, tensionar, habilitar contracaras y aprender del conflicto, la negociación y el consenso, éste, instancia básica para la transformación.

La potencia del espacio inter habilita transformaciones en la interfaz que entre los sujetos sociales se establece, entre nuestros cuerpos. Allí erupcionan contextos, historias, representaciones y entonces, el lugar de las fronteras simbólicas se torna límite que separa y a la vez une el interior y el exterior. Este el paradigma de la educación intercultural crítica que no sólo parte de una perspectiva de derechos, sino que tiene como meta su real efectivización, en una construcción conjunta y claramente esperanzadora.

¿Cómo construir una institución educativa que abrigue a todxs? Deteniéndonos amorosamente ante un otrx y en su insoslayable excepcionalidad. La potencia de lo común radica en este aquí y ahora compartido, oportunidad para la convivencia y la experiencia sensible que nos invita a ser más humanxs.

Somos en relación a un otrx, sostenidxs y esculpidxs desde esa otredad que humaniza y nos conforma mediante gestos, evidencia de los cuerpos. Por ello la necesidad de pensar nuestras relaciones con nosotrxs mismxs, con la comunidad e incluso con la naturaleza y con lo sagrado sabiendo que en el campo educativo se sucede un largo proceso de identificaciones y subjetivaciones que inciden, alojan y describen la producción del conocimiento.

Aquí algunas reflexiones para pensar y pensarnos promoviendo el encuentro en los ojos de un otrx y de otrxs y transitar desde él, el apasionante camino de enseñar y aprender sabiendo que los educadores somos aprendices de la vida, tal como nos lo recuerda Freire.

Buenos Aires, abril de 2021.

Bibliografía

  • Bonaventura de Sousa Santos (2009). Una epistemología del Sur. La reinvención del conocimiento y la emancipación social. México, CLACSO y Siglo XXI
  • Bustelo, Eduardo (2011). El recreo de la infancia. Argumentos para otro comienzo. Buenos Aires, Siglo XXIEditores.
  • Freire, Paulo (2005). Cartas a quien pretende enseñar. Buenos Aires. Siglo XXI Editores.
  • Frigerio, Graciela y Diker, Gabriela (2012) Educar: posiciones acerca de lo común. Entre Ríos, Serie Seminarios del CEM
  • Morin, Edgard (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. París, UNESCO.
  • Skliar, Carlos y Téllez Magaldy (2017). Conmover la educación. Ensayos para una pedagogía de la diferencia. Buenos Aires, Noveduc.

Ilustración

Buenos Aires, de María Tabakman

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