Sabemos que las lenguas maternas replican desde el fondo de nuestras almas, grabadas en nuestros cuerpos, poniendo voz a significados y contextos de una manera singular e irrepetible. Nos reatan a las raíces más profundas de nuestros vínculos y de nuestra historia.
Hablarlas -y más aún cantarlas- es darles vida, ponerle aire, porque como leemos… el habla porta el aliento de la tierra.
El recorrido potente y espiralado que entrama lengua materna y canto, tal como nos invita a sentipensar Anahi, es un poderoso gesto que invita a honrar nuestra historia, a nuestros ancestros y a nuestras culturas en el profundo compromiso por la ciudadanía intercultural.
«Las naciones indígenas son memoria de nuestro futuro» Bartomeu Meliá.
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