Ya es hora de entender que este desastre cultural no se remedia ni con plomo ni con plata, sino con una educación para la paz, construida con amor sobre los escombros… Una legítima revolución de paz que canalice hacia la vida la inmensa energía creadora que durante casi dos siglos hemos usado para destruirnos y que reivindique y enaltezca el predominio de la imaginación. (Gabriel García Márquez,1998).
En la actualidad nuestras infancias se ven inmersas en diferentes situaciones de conflictos y violencias que conllevan cambios y transformaciones en la vida cotidiana de los niños y las niñas, afectan la construcción de su identidad personal, social y cultural, el establecimiento de vínculos afectivos generando rupturas en las estructuras familiares y sociales, impidiendo que se consoliden ambientes seguros de crianza y desarrollo. Las particularidades y condiciones de los contextos públicos y privados donde transcurre la vida de los niños, especialmente en la primera infancia, se constituyen en factores que pueden posibilitar, favorecer, obstaculizar la realización de sus derechos, configurar los entornos de socialización e incidir positiva o negativamente en su desarrollo.
La educación infantil ha de asumir un rol protagónico en la configuración de ambientes de aprendizaje que promuevan la ciudadanía y la convivencia. La educación se constituye en el punto de partida y camino para construir sociedades democráticas e inclusivas y fortalecer los fundamentos la justicia, equidad, respeto, tolerancia a fin de contrarrestar las situaciones de discriminación, exclusión y todos los tipos de violencia.
Asumir la educación desde su dimensión política y responsabilidad social, conlleva avanzar hacia la consolidación de comunidades y sociedades equitativas, justas y pacíficas caracterizadas por la creación de espacios educativos y pedagógicos en donde la participación, mediación e interacción se constituyan en el eje fundamental para la construcción de entornos protectores, afectivos y dialógicos tanto para los niños como para las familias y personas que los habitan.
Es por ello que desde lo educativo, además de reconocer, visibilizar y hacer partícipes a las infancias, se precisa tejer red de relaciones con la familia, la comunidad y la sociedad con miras a instaurar prácticas formativas y de ciudadanía que permitan que las personas e instituciones comprendan, respeten y promuevan la libertad, la justicia, la democracia, los derechos humanos, la tolerancia, la equidad y la solidaridad desde los primeros años de vida, a partir del desarrollo de valores, actitudes y comportamientos que se resisten la violencia, posibilitan la resolución de conflictos de forma pacífica y su transformación para promover la convivencia mediante el diálogo y la negociación.
La construcción de culturas de paz, requiere que desde la educación infantil se promueva una consciencia humanista y se acepte que la paz no es un estado final y definitivo que solo se relaciona con la ausencia del conflicto y la guerra, sino que la paz se construye día a día en la cotidianidad, en la eliminación de las violencias y condiciones de desigualdad, exclusión y precariedad (material y afectiva) que permean los diferentes entornos en los que viven y desarrollan los niños y niñas, en donde realmente se les dé mayor protagonismo y una real participación para escuchar y valorar sus voces, para tomar en cuenta su sentir, su pensar y sus formas de actuar.
Mg. Beatriz Zapata Ospina
Imagen: LATAM ARTE
Escribe aquí